jueves, 16 de febrero de 2012

El Jamón Castigado!

Mi mamá tiene un amigo que trabaja en una empresa de cecinas y el último año tomo la costumbre de comprarle jamón, queso, churrascos, hamburguesas, etc. en cantidades industriales (tomando en cuenta que yo vivo sola con mi madre).


Al principio era rico, y sigue siéndolo pero ¿cómo es posible vivir comiendo y disfrutando a pata suelta sin engordar o tener conciencia de ello? Mi mamá está a dieta, y a veces siento que la comida que me da son las sobras; lo que ella no se come por la dieta, usando de escusa que yo soy una marabunta (marabunta: conjunto numeroso de hormigas que destruyen y devoran todo a su pasoExpresión muy usada en mi familia para referirse a los niños que se comen todo y más). Pero como decía, ¿cómo es posible ser una marabunta teniendo ya conciencia de la cantidad y tipo de alimentos que como?

Ustedes dirán "¡Es un simple jamón! ¿Cuál es el problema? Ni siquiera es comida chatarra", y bueno yo les respondo "¡¡¡Mi mamá compra en cantidades industriales!!!", no estoy exagerando. Si a eso le sumamos el segundo parrafo, esto fue lo que paso:

La madre llega de compras con más jamón. La hija la mira con cara de sufrimiento y le dice "¿De nuevo compraste jamón?" y la madre se jacta con "Ay, si igual te lo vas a comer; en la casa siempre hay marabuntas".
Y así fue como me sentí profundamente disgustada por involucrarme dentro de su prejuicio (¡y eso que antes habíamos hablado de que no quería comer jamón a cada rato debido a la cantidad industrial que ella compra!) y le dije:

¿Ah si? Pues yo no quiero jamón.

Y pasaron los días, tal vez más de una semana, y el jamón se consumía muy poco, entonces le volví a repetir "no voy a comer jamón" con absoluta indiferencia ante sus propuestas pero esta vez tuve que explicarle detalladamente porque se le olvida todo (a veces le digo la misma cosa tres veces en distintas circunstancias, e igual se le olvida), pero cuando le expliqué todo esto, quedó tan impresionada que aún no se le olvida... Cuando le conté, empezó a hacer su teatro (tan propio de ella y que, por cierto, ODIO) con sonrisas y miradas y parablas irónicas:

Poooooooooobrecito el jamón! no se lo quieren comer... ¡Lo castigaron! 
La cuestión es que como no se le olvido, ahora a cada rato me recuerda lo del jamón castigado (porque aún no se termina) y yo... me jodo de la risa...




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