Muchos dirán ( y me lo han dicho), ¿cómo no me avergüenzo en una presentación sobre un escenario, y si lo hago al comprar un dulce en un almacén y preguntar cuánto es su valor? Se me acaba de ocurrir la posible respuesta.
En el momento de subir a un escenario, soy yo, la presentación en sí (como una simple acción) y nada más, porque si me centrara en el público, cometería errores (y esa sería la única vergüenza... Más bien una decepción de mi misma). Por eso, la relación entre presentador y público, se reduce a eso; no hay una diálogo, una interacción que involucre una respuesta además de una pregunta de mi parte. Me avergüenzo más al comprar un dulce porque en esa circunstancia, al establecerse el diálogo, la pregunta y respuesta no está planificada.
Por eso mando a mis amigos a que pregunten o compren por mi; que sean mis medium. Y tampoco es que sea incapaz de hacerlo por mi misma; puedo hacerlo en un instinto de supervivencia, cuando ya no me queda otra opción. Soy perfectamente capaz. Aunque algunas veces me quedo definitivamente callada y sumida...
En el momento de subir a un escenario, soy yo, la presentación en sí (como una simple acción) y nada más, porque si me centrara en el público, cometería errores (y esa sería la única vergüenza... Más bien una decepción de mi misma). Por eso, la relación entre presentador y público, se reduce a eso; no hay una diálogo, una interacción que involucre una respuesta además de una pregunta de mi parte. Me avergüenzo más al comprar un dulce porque en esa circunstancia, al establecerse el diálogo, la pregunta y respuesta no está planificada.
Por eso mando a mis amigos a que pregunten o compren por mi; que sean mis medium. Y tampoco es que sea incapaz de hacerlo por mi misma; puedo hacerlo en un instinto de supervivencia, cuando ya no me queda otra opción. Soy perfectamente capaz. Aunque algunas veces me quedo definitivamente callada y sumida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario