Uno va
por la vida en completa oscuridad; como un ciego. Algunos tienen muy
desarrollado el sentido de la orientación e intuición y siguen adelante,
mientras que otros se desorientan completamente a veces y sufren.
En
nuestro interior nos sentimos solos, pero capaces de la vida, y por esto mismo,
por estar solos es que solo podemos especular imágenes de uno mismo que siempre
son desfiguradas. Lo interesante de esto es que solo nos damos cuenta de cómo
somos realmente, cuando alguien dice algo de nosotros o nos comenta algo que
hayamos hecho. En ese momento, dentro de la completa oscuridad, se separan
levemente unas de las paredes negras; se abre una ventanita de espejos que refleja el cómo somos realmente.
En este
momento uno se asombra mucho. Pues solo la descripción que hacen los demás de
uno, es la verdadera, la pura, la que no está trastornada… A veces es tan
diferente a la que solemos ver, y vemos que toda la agonía imaginaría sobre nuestra
estima es falsa. Puede ilusionar, puede desilusionar.
Lo
mismo pasa cuando uno observa una grabación o video en el cual participemos. A
menudo decimos “que rara mi voz”, “¿Yo hago esos gestos?”, “¿así me veo siempre?”.
Pero
esto solo dura un momento, quizás un par de días, pues al cabo de ese tiempo,
la pequeña abertura en la oscuridad se vuelve a cerrar, y la oscuridad vuelve a
llenarse de ideas y de pensamientos que intentan formar la imagen mental.
Mientras
más cosas descubramos de nosotros mismos, más ventanitas se van abriendo a lo
largo y ancho de las paredes negras de la mente, hasta un punto en el que uno
puede entender cómo somos, actuamos y nos vemos realmente ante el mundo… pero
de todos modos las ventanitas se vuelven a cerrar. Al menos es así con la gente
de baja autoestima.